Reseñas

Bartra, E. (2018). Desnudo y arte. Ediciones desde abajo

Bartra, E. (2018). Nude and art. Ediciones desde abajo

CAROLINA MARRUGO OROZCO
Investigadora independiente, Colombia

Designio. Investigación en diseño gráfico y estudios de la imagen

Fundación Universitaria San Mateo, Colombia

ISSN-e: 2665-6728

Periodicidad: Semestral

vol. 4, núm. 1, 2022

designio@sanmateo.edu.co

Bartra E.. Desnudo y arte. 2018. Bogotá-Colombia. Ediciones desde abajo. 243pp.. 978-958-89266-2-9


DOI: https://doi.org/10.52948/ds.v4i1.536

© Fundación Universitaria San Mateo, Bogotá, Facultad de Ingenierías y Afines.

En la producción bibliográfica de la filósofa Eli Bartra se encuentran algunos de los aportes más significativos sobre la relación entre género y arte. Su contribución ha sido un punto clave a la hora de reflexionar sobre categorías como las experiencias en el arte popular, la creatividad femenina, la resistencia cultural, entre otras. La investigadora en cuestión ha destacado un papel central de las mujeres como agentes de creación cultural y artística en el contexto mexicano.

El libro Desnudo y arte (2018) retoma inquietudes permanentes: analizar al sujeto femenino como agente del sistema del arte universal, remarcando su lugar dentro de los procesos artísticos. La presencia de las mujeres (y de los hombres) permite problematizar las distintas posiciones y criterios dentro de la práctica artística a partir del “género” como categoría analítica. En este aspecto cobra sentido el lugar que ha sugerido el arte universal para cada uno. Esto es, tal y como cita Bartra (2018) a John Berger (1977) con respecto al desnudo femenino: “en la forma de arte del desnudo europeo los pintores y espectadores propietarios eran usualmente hombres y las personas tratadas como objetos eran usualmente mujeres” (p. 53).

El texto se divide en tres capítulos en los cuales se expone la forma en la cual han sido vistas y representadas las mujeres en el género del desnudo tanto en el arte universal como en México. A propósito de esta temática, un elemento a destacar es la presencia de un corpus delimitado de obras (pinturas y esculturas) que nos remiten a dichos géneros desde la antigüedad hasta nuestros días. Esta selección permite reconocer con claridad los elementos iconológicos e iconográficos que dan cuenta de sus características en cada época histórica. Un aspecto metodológico por destacar de este texto es el diálogo-debate propuesto por la autora con distintos referentes del feminismo contemporáneo, la historia y el sistema del arte, entre otras disciplinas. Destacamos a algunos autores y autoras como Virginia Woolf, George Duby, Michelle Perrot, Linda Nochlin, Griselda Pollock y John Berger.

Frente a la pregunta sobre la “creatividad femenina”, la primera parte del texto nos remite a un debate historiográfico que busca explorar de manera crítica la idea sobre este concepto. Bartra desarrolla una exposición a propósito, para interpelar distintas posiciones teóricas que se van superponiendo sin posicionamientos claros o definidos. En este andar, la autora problematiza de manera constante estas posturas a partir de lo que dichos autores entienden por lo “femenino” y su correlación con las distintas esferas del sistema del arte en torno al proceso de creación.

Un aspecto significativo de este apartado es la puesta en escena de experiencias en el arte de dicha creatividad (femenina), visibilizado en el texto a partir de la exposición de prácticas artísticas como el autorretrato, destacadas por Bartra como eventuales “Historias autobiográficas de mujeres”. Este amplio análisis se expande a consideraciones, como el vínculo entre creatividad y sexualidades constantemente debatidas y problematizadas en el libro. A propósito del proceso de creación, de lo femenino y de la sexualidad, la pregunta por una eventual correlación entre estas lleva a considerar acercamientos desde “experiencias diferenciada para hombres y mujeres dentro del proceso creativo” (p. 50), así como una “historia del arte a la luz de lo íntimo” y una “sensibilidad lésbica” (p. 47). A su vez, algo claro y recurrente es la reafirmación de posiciones ambiguas en relación con estos problemas planteados, debido al posicionamiento sobre lo “femenino” que manejan los diversos autores.

Seguidamente, en el segundo capítulo la autora propone una mirada al desnudo en clave histórica. Con una particular narrativa, Eli Bartra nos propone una “mirada al desnudo y a la desnudez femenina en algunos rincones del mundo, representados en las artes visuales a modo de marco contextual” (p. 51). La idea de exponer el desnudo en diversas partes del mundo, según Bartra, tiene una finalidad metodológica dentro del trabajo y es “encuadrar al arte mexicano al desnudo” (p. 51) que al final es el objeto central de su investigación. Esta parte del texto se muestra de lo macro a lo micro, estrategia que cobra sentido a partir de la correlación histórica de Europa con América a partir del proceso de colonización.

El aspecto por destacar en este capítulo es el significado que cobra el desnudo en cada contexto histórico revisado, que se deslinda en dos aspectos: primero, las diversas formas en las cuales se presenta y se comprende lo artístico y lo pornográfico. Por otro lado, el lugar preponderante que ocuparon los hombres en el sistema del arte occidental. Citando a John Berger (1977), la autora nos recuerda que “en el arte del desnudo europeo los pintores y espectadores-propietarios eran usualmente hombres” (p. 53). Bajo esta premisa de las mujeres como objeto de representación, ellas fueron mayormente vistas y representadas, por tanto, construidas.

La cronología que recorre Bartra en este capítulo nos permite exponer sus conclusiones: desnudos púdicos, modestos y descarnados en el siglo XVI, acompañados de relatos alegóricos con una fuerte carga simbólica vinculada al mundo de la naturaleza (animales) y de la cultura material (espejos). Estos buscaban resaltar aspectos o construcciones singulares del género femenino en aspectos como la sexualidad o el intelecto. Para el siglo XVII al XIX, Bartra caracteriza una connotación del desnudo mítico-religioso y los desnudos disfrazados. Destaca que para el período decimonónico surge una nueva relación entre la obra, el espectador y el artista, quien suele incorporar la conducta voyerista a partir de las representaciones de escenas de juego o baño, alegorías con prendas como medias o caricaturización del intelecto de las mujeres. En cada una de estas prácticas Bartra señala coincidencias y divergencias sobre formas de representaciones hechas por pintores y pintoras, en su mayoría congruentes con la forma sugerida en que aplican aspectos de la creación artística según el género, pero que definitivamente no pueden aseverarse como estilos definitivos, pues evidencian oposiciones.

Otro aspecto que Bartra también destaca para el siglo XIX y XX son las múltiples influencias de corrientes como el japonismo y el simbolismo francés. Lo erótico y lo pornográfico serán categorías constantemente debatidas en el libro, a partir de obras artísticas que desbordaron temáticas y formas convencionales. No solamente la exposición iconográfica e iconológica contribuye a este análisis, sino su insistente inscripción en el contexto histórico donde se producen. Se puede aseverar que la perspectiva histórica no solo está presente con mucha fuerza en este trabajo; también es un punto central de este análisis. Desde mi perspectiva, este aspecto permite que el trabajo de Eli Bartra posibilite nuevos acercamientos a la historia cultural, en particular, a la historia de las mujeres a partir de las representaciones.

Finalmente, el tercer capítulo se detiene en el tema del desnudo en las artes de México desde finales del siglo XIX hasta el presente. La introducción a este acápite remite a aspectos de orden sociohistórico inscritos en el final del porfiriato y el período posrevolucionario donde parece hacer presencia el campo artístico con la escuela mexicana de pintura. En este recorrido, Bartra nos presenta distintas caracterizaciones del desnudo en México a partir de los imaginarios del cuerpo como la asociación entre belleza, la juventud, y la mexicanidad, aspectos trabajados a partir de representaciones mítico-sagradas. Artistas reconocidos como Diego Rivera, José Clemente Orozco, Frida Kahlo y Saturnino Herrán son algunos de los referentes que nos comparte la autora en este capítulo.

Por otro lado, Bartra retoma el debate conceptual de lo erótico y lo pornográfico pensado desde lo artístico. En este sentido, nos refiere a pensarlo desde el lugar de producción y los formatos de presentación (pintura o fotografía). Este debate permite a la autora problematizar las nociones de “desnudo” y “desnudez femenina.” Otras temáticas que expone la autora sobre el denudo en México se centran en obras que dialogan con la tradición y los cambios del campo artístico mexicano. En este sentido, Bartra continúa este corpus bibliográfico para exponer las preocupaciones que reflejan las representaciones en sintonía con el contexto social y político, por ejemplo, desde los imaginarios de la nación. Esta presencia del desnudo en el arte mexicano atraviesa preocupaciones como la sexualidad, la maternidad, los roles, la identidad, entre otros. Por tanto, el cuerpo (desnudo) se representa en este escenario como alegoría del pueblo, de la nación y de la patria mexicana. Las descripciones de las obras y el diálogo de Bartra actualizan debates sobre las formas de representación, en tanto utilizan a las mujeres para dicho fin. Sin embargo, al tiempo dan cuenta de los cambios y permanencias que se hacen visibles en el complejo proceso de creación artística.

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